Favio: Pasión. Poesía. Memoria

 

El lunes 5 Leonardo Favio, el cineasta que supo captar esas aristas que las cámaras ocultaban o no veían, partió dejando detrás de sí una obra incomensurable y la despedida de miles que supieron ver en él, al artista notable que desafió todas y cada una de las convenciones con su mirada comprometida.

por Teresa Gatto

Cantautor. Director de Culto. Actor-Artista completo, Leonardo Favio se ha ido. Cualquier semblanza sobre su cine puede leerse en La Memoria de los Ojos- Filmografía Completa de Leonardo Favio, Buenos Aires, 2011 1ra. Ed. Buenos Aires, La Nave de los Sueños y La otra boca Editor: Martín Wain con prólogo: Horacio González, reseñado en esta revista oportunamente. El texto contiene ensayos de diversos autores sobre las películas de L. Favio y es una muestra de la diversidad de temas, en los que el compromiso ideológico jamás estuvo ausente pero en el que abunda una poética de la mirada, inusual, en nuestro país y en otros.

Lo cierto es que Favio ha partido y que cuando luego de la Revolución Fusiladora el cine argentino entró en esa tremenda etapa de mostrar sólo aquello que la dictadura de turno permitía sacar fuera de las fronteras, Crónica de un niño solo fue capaz de mostrar como nadie al "otro" de clase, de color, al excluído. No era nada más que su condición de peronista lo que primaba sino que, además de ese compromiso que sostuvo hasta su último aliento inclaudicable con sus convicciones estos eran no sólo de políticos sino de una ética sin mácula.

Luego llegaron otras, El romance del Aniceto y la Francisca (1967) que tiene sus seguidores de culto y ha sido catalogada por no pocos, como la mejor película argentina de todos los tiempos, porque hay que decir que Favio despertaba pasiones, porque su cine contaba pasiones, contaba con pasión y la cámara dejaba de ser lúcida para ser apasionada. Favio era un gran contador de historias. Y también muchas veces, un incomprendido, como cuando terminó El dependiente en 1969 y las directivas de no apoyar el film provenían de las autoridades del INCAA de aquel entonces.

Como bien señala Octavio Getino, recientemente desaparecido, en su libro Cine Argentino (Entre lo posible y lo deseable) -2005- refiriéndose al cine que inaugura la era Onganía y continúa la dictadura de Lanusse: "en la línea definida también por Ayala como de “cine serio y testimonial”, la burguesía “modernizante” que Aries de algún modo representa, quedó siempre encerrada dentro de las circunstancias políticas coyunturalmente hegemónicas, sirviéndolas de una u otra forma. Su oportunismo empresarial sirvió al triunfo militar liberal de la década del ‘50 (El jefe, El candidato); o a la misma ideología en los años ‘60, encabezada ahora por nuevos generales como Lanusse y otros (Argentino hasta la muerte, Argentinísima); y finalmente, a los nuevos militares en el poder, como ocurre con las más recientes películas de esa empresa (Los médicos)".

A lo largo de este proceso y vinculado al cine de difusión comercial, se destaca sin duda un joven realizador también autodidacta, formado en sus comienzos como actor y luego como cantante de repercusión popular entre las nuevas generaciones. Se trata de Leonardo Favio, iniciado en la realización bajo la influencia de Torre Nilsson, para quien trabajó en algunas de sus películas. Su primer film fue Crónica de un niño solo (1965), una de las obras más valiosas de este momento. Favio logró introducirse líricamente en una línea casi autobiográfica, vinculada a las experiencias de la infancia marginal, aquella que sobrevive a las violencias de la sociedad entre los disturbios miserables y los reformatorios inhumanos. 

Posteriormente, en 1966, Favio realizó Romance del Aniceto y la Francisca, más apropiada para el gusto de cierta crítica y de las capas medias por su tratamiento formalmente acabado, pero carente en cierta medida de la espontánea  profundidad que afloraba en Crónica... 
En 1967 dirigiría su tercer film, El dependiente, quizá su obra más despareja, pero poseedora en cambio de una  vitalidad muy superior a las que tendrían sus otras películas, técnicamente mejor realizadas, como Nazareno Cruz y el lobo, producida en 1975 sobre la base de un popular radioteatro de décadas anteriores, o Soñar, soñar... donde trabajó con el boxeador-actor Carlos Monzón.  Paralelamente al conjunto de esta actividad, se desarrolló otra, a cargo de diversos realizadores que comenzaron a plantearse un uso distinto para su producción. Algunos de ellos contribuirían a dar vida a los primeros antecedentes de la “argentinización” de los intelectuales"
 
Favio era un jugado como tantos otros, que dieron a la pantalla y al pueblo, enormes historias de identificación porque en algún lugar siempre se hacían omnipresentes las condiciones de producción de esa historia a narrar y de esos personajes de existir.
Vaya desde aquí nuestro más sincero Gracias, la tristeza por no poder escuchar más sus reflexiones y la enorme esperanza de que ese cine sea señero de muchos realizadores comprometidos con su tiempo.
Hasta Siempre Maestro!

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