Por Mariu Serrano
Es 2014 y Herr Führer (Oliver Masucci, con una admirable caracterización) despierta, polvoriento y adolorido, en una plaza suburbana de la capital del Reich. Lo que Timur Vermes logró con la narración en primera persona en el best seller de nombre homónimo, el director David Wnendt lo consigue con un plano subjetivo y una voz en off: sin previo aviso, nos calzaron el uniforme del personaje más denostado del último siglo. Licencia poética mediante, tendremos el respiro de salir de su óptica pero seremos testigos de los pormenores de su insólito regreso.
Paseo inmoral
“La risa es una manera de mostrar la continua vulnerabilidad de la vida, de la existencia, de poder salir del drama. Es un modo de protegernos de la esencia de la muerte, del dolor.”
Umberto Eco.
A primera vista es una sátira que, en estos tiempos posmo, cualquiera puede comprender y digerir. Cierto es que Adolph Hitler ha sido, desde Charles Chaplin (El gran dictador, 1940) a Dietrich Brüggermann (Heil, 2015), parodiado de miles de maneras, mas no se agota el argumento sólo por ser revisitado. El último film de Wnendt presenta varias vueltas de tuerca originales, y se las ingenia para presentar interrogantes incómodos con superlativa sardonia.
En primera instancia, el líder nazi se pasea por entre la multitud berlinesa cual Marty McFly recién caído en el Hill Valley del 2015. Naturalmente, turistas y nativos lo ven como un imitador, se produce una catarata de selfies y él huye con desesperación a un kiosco de diarios para certificar la fecha. Allí se guarda, para recabar información sobre este nuevo mundo ya sin guerras mundiales –declaradas- y aquietar su delirio paranoide. Descubre con asco que Polonia sigue existiendo -¡por si fuera poco en territorio germano!-, se declara a favor de Die Grünen (“Los verdes”, un partido ecologista, pacifista y liberal) y toma el primer contacto con las maravillas de la industria moderna: una barrita de cereal.
En paralelo nos dan a conocer a Fabian Sawatzki (Fabian Busch, quien guarda un extraño parecido con el papel de William Macy en Fargo), un periodista recientemente despedido que busca una primicia para recuperar su trabajo. Mientras se melancoliza viendo su último material, su madre advierte que en el fondo hay un hombre uniformado con un parecido enorme al Führer. Acto seguido, el desempleado rastrea su locación y se encuentra con este “cómico”, tan profesional que no se sale por un segundo de su papel.
El cruce con Sawatzki desencadena un viaje por el interior de Alemania, durante el cual entrevistan a cuanto individuo se preste acerca de las necesidades de la nación y los beneficios de la democracia. En esta instancia, la ficción sostiene algo de su hilaridad pero se entrevé que no son actores quienes contestan: cámara en mano, miradas inquietas a los técnicos detrás de escena, y en particular lo brutal de las respuestas. El trabajo de Masucci es impecable, sostiene la impostura sin ningún tipo de fisura o guiño; su entrega actoral es tal que soporta estar en la piel del mismísimo Hitler, incluso cuando los civiles fueron advertidos de que se trataba de un rodaje. Aquí se comienza a delinear el costado serio de la parodia y, dependiendo del nivel de tolerancia al ácido de cada espectador, podrá o bien descostillarse o bien quedar sumido en la angustia, pero no podrá salir ileso.
Nos vamos poniendo tecnos
“Waiting… Coincide un poco con la noticia de que lo único que progresa
con el paso del tiempo, es la tecnología, el hombre no, siempre es el
mismo.”
Luca Prodan.
El fenómeno del imitador comienza a correr por las redes sociales a una velocidad demencial, y gracias a esto Sawatzki consigue llevar su primicia a las manos de Christoph Sensenbrink (Christoph Maria Herbst), director adjunto del canal de televisión en el que trabajaba y responsable de su despido. El campo que aró Goebbels con sus innovadoras técnicas de propaganda hoy está fumigado de transgénicos y da frutos monstruosos: selfies, youtubers en video reacciones, bandadas de twits, convocatorias vía Facebook y demás neologismos se combinan con un parcial insight en el Cuarto Poder, que será el plato principal de la segunda hora de la película.
La situación escala hasta la aparición del Führer en el horario central de la cadena, acoplado como un sketch de un programa de humor político. El temor que inspira su figura genera un denso silencio entre el público, pero luego de escuchar sus palabras -que tranquilamente pueden haber sido extraídas de un discurso real del mandatario- rompen en carcajadas y festejan sus ocurrencias, convirtiéndolo en una bomba de rating.
¿Es ético darle visibilidad a ese ser sanguinario, incluso aunque fuera un imitador muy puntilloso? ¿Dónde termina la parodia y comienza la apología? Una sugerencia de Sensenbrink a sus creativos alcanza para responder estas preguntas: “No hay límites marcados, y si sienten uno, los invito cordialmente a cruzarlo.” En un sentido metacinematográfico también es válida esta premisa, puesto que Wnendt usa cámaras de distintas calidades, cambia de planos y perspectivas, hace uso de efectos digitales y hasta recrea un rodaje dentro del rodaje, en una escena que tiene un eco de Synecdoche New York (Charlie Kaufman, 2010).
Ha vuelto muestra un escenario hipotético pero no imposible: como el fanatismo es una constante, cualquier ser dotado de carisma y un buen slogan puede tornar en su favor a la masa. Pasado el efecto anestésico del absurdo y el regodeo con la construcción de Masucci, se encuentran paralelismos con otras cintas basadas en experimentos reales como Die Welle (Dennis Gansel, 2008) o Das Experiment (Oliver Hirschbieg, 2001). En este caso, con humor impiadoso e impúdico se muestra una Alemania que quiere olvidar los crímenes que cometió a conciencia y llevó a cabo con pericia, inserta en una Europa plena en islamofobia, resentida, casi a la espera de un suceso extraordinario que destape su sed de violencia. El carácter de advertencia hace de esta película, que no carece de puntos flojos (a saber, el eclecticismo de la imagen, cierta pérdida de ritmo y detalles de continuidad), una obra necesaria.
Ha vuelto (Er ist wieder da)
Alemania, 2015
Ficha artístico-técnica
Dirección: David Wnendt
Guión: David Wnendt y Mizzi Meyer
Intérpretes: Oliver Masucci, Fabian Busch, Christoph Maria Herbst, Katja Riemann, Franziska Wulf
Dirección de fotografía: Hanno Lentz
Montaje: Andreas Wodraschke
Música: Enis Rotthoff
Producción: Christoph Müller, Lars Dittrich, Oliver Berben, Martin Moszkowicz
Duración: 110 minutos
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