Cemento, el documental, más allá del BAFICI, más allá del tiempo

 

En la última edición del BAFICI se estrenó "Cemento, el Documental", cuyo slogan lo define a la perfección: mucho más que un lugar en el que tocaron bandas. Cemento, cuna de un Cultura "otra" permeada por la inminencia de los irreverentes más queridos.

Por Teresa Gatto

A Omar Chabán que pagó aquí sus responsabilidades y  ahora es libre.

 

Nostalgias aparte. Y discusiones también afuera. Antes de Cromañón, Omar Chabán fue capaz junto a Katja Aleman de hacer de la emergencia de contenidos culturales un "emergente de la cultura under" que se hallaba subsumida en pos de no sé qué reglas de mercantilismo y buenas costumbres.

Y no me importa nada que se dirima fuera de esta nota que se trata de Cemento, aquella desgracia enorme. Porque esto se trata de Cemento, el refugio anterior a la tragedia.

Lisandro Carcavallo, su director, ha sabido plasmar el espíritu de ese espacio en el que cabían todos. Todos los que no entraban en ninguna parte. Todos los que deambulaban la noche de Buenos Aires y necesitaban un refugio de sentido en performances escénicas o en la música. 

No había, no existía ese espacio que llevaba al límite el modo de producir y de poder hacer circular esos artefactos artísitos de diversas calidades pero de igualitaria libertad. Cemento lo fue.

Los testimonios variopintos y siempre alabatorios de los entrevistados dan cuenta de cómo ese templo aboslutamente de cemento les dio cobijo cuando despuntaba una libertad en un punto de inflexión como el que le sucede a un dictadura. Después del facto no sólo hay emergentes que necesitan mostrar sus experimentaciones sino que es costoso encontrar un espacio que contenga todo lo que antes estaba prohibido.

CementoChabán Katja le dieron vida a ese happening victorioso de libertad. A esa fiesta de la noche cuando Buenos Aites comenzó a vivir de nuevo no como vampira sino como alegría de latir.

 


 

Entre los muchos logros del trabajo de Carcavallo está la puesta en juego de un material que tal vez se podría haber remasterizado, y en lo personal agradezco que no se hiciera. Los tapes que muestran cómo y de qué modo se llevaban adelante las noches de Cemento ejercen sobre el receptor una distancia de la Historia del Arte de Buenos Aires cuando nada era sencillo, ni fácil ni pasible de ser "photoshopeado". Y eso que podría ser un menos, es un más a la hora de que las nuevas generaciones, que no tuvieron el placer de pasar una noche en Cemento como esta humilde parroquiana, se apoderen de la dimensión con la que había que lidiar para ser, estar, mostrarse, llegar.

Desde la noche sin retorno de diciembre de 2004 cuando la tragedia de Cromañon arrasó las vidas de casi 200 pibes y más de 1.000 heridos, el espacio mítico pasó a ser un estacionamiento del Gobierno de la Ciudad, que dicho sea de paso utilizó políticamente a las víctimas. Como luego se extendería a la Patria Toda.

Algo del orden de la nostalgia de cuando no había que encender peligrosos fuegos artificiales viene a mi memoria ahora. Los que encieden luces asesinas tapan con fuego su falta de talento. Cemento desoboradaba ese talento.

Cada noche, la caravana de sorpresas era un extásis sin químicos. Cada performance un deslumbramiento, cada show un descubrimiento de argentinos en América.

Por eso los testimonios de músicos, artistas, productores de los que llegaron lejos, son tan vitales en algunos casos porque son los honorarios de Cemento, salvo uno, que no nombraré. 

Por eso es importante que la nueva generación de artistas y músicos vea este trabajo. Cemento fue algo más que un lugar donde tocaron bandas y fue además un emblema de resistencia cuando se nos había hecho carne la costumbre de sacar el DNI y agachar la cabeza.

La última vez que vi a Omar, trataba de cenar con los incondicionales de siempre en una parrilla conocida de Palermo y llegaron los buitres a ver si estaba muy deteriorado pretendiendo hacerle la cena imposible. Katja estaba allí y salió a echarlos, yo iba detrás. La cara de Omar trasuntaba un dolor tan infinito como el que no tuvieron jamás sus piromanícos contratados de la noche trágica; y me sentí bien por esas horas de libertad, porque los muertos siguen muertos y porque él estaba pagando y pagó hasta la muerte. 

Los chicos de las bengalas no pararon, asesinaron a una mujer y otro se hace pasar por loco. En este mundo esquizo, las nuevas generaciones se quedaron con las bengalas, sin saber, salvo por este film, que hubo un tiempo en que lo se ofrecía era tan groso que no hacía falta adornarlo con fuego.

 

 

Ficha Artístico/Técnica

Director y productor: Lisandro Carcavallo
Guión: Franco Medina y Lisandro Carcavallo
Asistentes de producción: Franco Medina, Marisol Liuzzi, Meche Magariños
Cámara y director de fotografía: Leandro Chirico
Sonido directo: Mariano Mazzitelli
Música incidental: Aldana Aguirre
Producción musical: Alejandro Taranto
Edición: Leandro Sanchez
Diseño de Imagen: Julia Pedulla
Asistente de Sonido: Javier Massola

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