Por Teresa Gatto
¿Cuándo comenzó todo? Posiblemente, casi seguramente el 16 de junio de 1955, cuando la Marina de Guerra bautizó sus aviones contra los civiles. Cuando disparó contra el pueblo y hubo 380 muertos, de los que 40 eran niños. Por ello lo que sucede luego es casi lo mismo, no hay democracia plena con el peronismo proscripto. Tenemos muertos y desaparecidos desde antes de 1976, cuando comienza la dictadura más sangrienta de la que se tenga memoria.
El film documental de Alejandro Ester, con 4 años de trabajo, recopila testimonios de víctimas, horrorosos alegatos de genocidas y hace un uso de la imagen que nunca se permite el abuso. El abuso son ellos, los asesinos comunes. Los Acosta, Pernías, Astiz, Cavallo, Roló, Donda y más. Son ellos, los que se permiten invocar al Espíritu Santo para convalidar enunciados de defensa que no resisten el más mínimo análisis.
Desde ese fatídico día de 1955 hasta la formación de la CONADEP (fuerte sostenedora de la teoría de los Dos Demonios), la Obediencia Debida y el Punto Final, los bochornosos indultos de ese sujeto que hizo volar un pueblo para ocultar el contrabando de armas hasta la llegada del Presidente Néstor Carlos Kirchner y su pedido de perdón por parte del Estado por haber callado y omitido juzgar los crímenes más atroces, nada escapa al atento y delicado montaje de Ester. No Hay modo de que este documental no duela. No hay modo de ver y escuchar con ojos cerrados los testimonios de los sobrevivientes y no advertir de lo que fueron capaces esos indignos de ser humanos.
Pero el film no se detiene allí, en esos hitos del horror perfeccionado, del horror inefable, indecible que no tiene nombre. No, el film también visita en contrastes lumínicos de la realidad los encuentros de los reivindicadores de la masacre. Así puede verse a la feroz Cecilia Pando y a sus secuaces que sigue convalidando la sustracción de identidades mediante el robo de bebés, de propiedades y demás espantos. En la proyección de la noche del día 19 de noviembre, alguien preguntó sobre la posibilidad de confusión al no explicar quiénes eran esas personas que se reunían con velas, de noche, en Plaza San Martín y de que fuera de nuestras fronteras no se entendiera quiénes eran. Los contraluces que los mismos actores sociales usan, los victimados reuniéndose de día, cantando aún en el dolor confrontan de modo notable con la oscuridad y las velas cuasi medievales de los victimarios, sus familiares, aliados y cómplices. La pregunta fue atinada, pero la película no deja dudas. Ellos, los oscuros, los siniestros, los que portan velas como la inquisición, ellos, son la maldad.
Algunos testimonios han sido recogidos en libros como autorelatos del yo en desdicha o como novelas como las de Miguel Bonasso. Pero hay reflexiones de las víctimas que sobrevivieron en el dolor eterno que muestran un costado poco pensado de esa siniestra fábrica de muertos.
“Somos una falla de la máquina de matar” dice uno de ellos. Quedaron vivos para dar cuenta de lo que esa espeluznante cruzada llevó adelante. Pero otra testimoniante argumenta algo que debe ser considerado con mucho énfasis. Hubo un logro del aparato de matar y fue quebrar a la militancia. Militancia renacida y vigorosa, hoy casi 37 años después. Y aunque las condiciones no estén dadas para que semejante atrocidad vuelva a ser cometida, además de los 30 mil hay un par de generaciones que no se atrevió a pensar, a dudar, a preguntar porque el terror hace eso, paraliza.
El dispositivo estuvo latente hasta hace muy poco, Jorge Julio López desapareció en democracia, pasar a ser un innominado y que te nombrem como 028, es otra cicatriz que dolerá para siempre. Borramientos de la subjetividad, quebraduras de la voluntad que no alcanzaron para que la Justicia no llegue. Por eso el film de Alejandro Ester es insoslayable como documento, como retrato de una época y como disparador para pensar que en este suelo fue delito anhelar un país justo y que por ello, parrillas, submarinos secos, traslados, vuelos, irse para arriba, dar máquina, han cobrado la calidad de sinonimia de asesinar, torturar y que hasta el mar fue acusado de asesino cuando los cuerpos dormidos fueron arrojados ex profeso a su inmensidad que no colaboró y los devolvió para que sean cuerpos que hablan después de tanto delirio asesino.
SINOPSIS
Siguiendo el desarrollo del juicio oral, entre diciembre de 2009 y octubre de 2011, por los delitos de lesa humanidad cometidos en el centro de detención de la Escuela de Mecánica de la Armada (causa conocida como “ESMA II”), este documental reúne registros de época con testimonios actuales de víctimas directas, testigos presenciales e incluso los mismos imputados en la causa, para reconstruir los mecanismos del aparato represivo de la última dictadura cívico-militar. Todo esto fue posible debido a la singularidad de este centro de detención, que lo diferenció de otros centros de exterminio de las fuerzas represivas, porque sobrevivientes pudieron aportar innumerables pruebas irrefutables del accionar de esta maquinaria del horror. Imprescriptible también aborda la importancia de saldar la deuda que tiene la justicia en estos casi treinta años de democracia, para resolver los complicados procesos judiciales que acaben con la impunidad de los autores directos de estos crímenes, y también con la de autores intelectuales que se beneficiaron con sus políticas de destrucción.
FICHA TÉCNICA
DIrector: Alejandro Ester /Guión: Shula Erenberg, Alejandro Ester /Fotografía: Mariano Raffo, Ignacio Masllorens / Edición: Diego Olmos /Sonido: Carlos Olmedo, Pablo Demarco /Música: Gustavo Obligado /Producción: Lorena Baibiene, Alejandro Ester Compañía Productora: Epílogo Producciones, Maíz Producciones /Intérpretes: Víctor Basterra, Laura Villaflor, Carlos Lordkitpanitse, Marianella Galli, Consuelo Orellano
Director Alejandro Ester
Nacido en Buenos Aires en 1973, estudió Diseño de Imagen y Sonido en la UBA. A fines de los noventa creó junto a un grupo de amigos el Cineambulante, que recorrió pequeños pueblos del país proyectando películas. NOA, un viaje en subdesarrollo (2004) documenta parte de esa experiencia. Imprescriptible es su ópera prima como director.
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