Arirang de Kim Ki-duk, en el Festival de Cine de Mar del Plata

 

Síntesis de un director que ha perdido la fe en la ficción. Un Kim Ki-duk que ha dejado de contar historias para revelarse así mismo devastado y con el lenguaje cinematográfico de un sujeto en crisis.

por Julia Laurent

Desde el 2008 Kim Ki-duk no filma y ha decidido retirarse a una cabaña inhóspita en las montañas, rodeado de hielo y subsistiendo como un ermitaño.

Durante el rodaje de su película Dream, una de sus actrices estuvo a punto de morir ahorcada en medio de una escena, este accidente lo conmociona y trauma alejándolo del cine durante todo este tiempo. 

Entre planos desordenados y una mirada a cámara casi permanente, Kim Ki-duk se atreve a  interpelarse, a incomodar con sus preguntas a los espectadores más seguidores de su trayectoria.

Ya no hay historias que relatar, ni personajes que vehiculicen emociones precisas. 

Una vuelta a lo primitivo, a lo primordial. Un regreso a  sensaciones que debería captar el cine. Una cámara extrema que exhibe emoción sin mediaciones. 

Arirang funciona como un grito desgarrador que se convierte en testimonio, en confesión extrema.

Puesta a punto de un director que no se parece en nada a los frescos y decididos personajes de sus películas, a esa perseverancia inmensa que inunda la poética de la mayoría de sus film. 

Como autor de un manual de cine corroído, Kim Ki-duk se expone y decide filmar su propia vida transformándola en un drama irreversible.

Utilizando los escasos medios con que cuenta confecciona los ribetes y vueltas necesarias para expresar la situación extrema que esta viviendo.

Es impresionante el modo de relatar con los escasos recursos que dispone: se desdobla a si mismo con técnicas de cámara elementales que hacen aún más rico este testimonio desgarrador.

Construyendo un drama autoreferencial donde planifica hasta su propia muerte. 

¨¡Cámara, acción!¨ Se dice asimismo un Kim Ki-duk arrevesado  entre el paisaje helado y solitario de las montañas. Emocionado por lo que pudo haber sido, por no haberse dejado corromper, por no venderse y sufrir así sus consecuencias

Un Kim Ki-duk que llora desconsoladamente viendo sus propias películas, refugiado en una carpa dentro de una casa semi abandonada.

Filmar para sobrevivir.

En una reflexión brutal expone sus ideas sobre el modo de hacer películas,  los premios, el cine coreano. 

La rabia que exhala es extrema y cínica hasta reírse de si mismo y de los que todavía esperan cosas de él.

Donde asume que filmar una película o vivir en una choza no tiene gran diferencia.

La palabra“Arirang” alude a una canción tradicional coreana que describe los esfuerzos que realizan los viajeros al subir una colina, bajarla y volver a subirla indefinidamente. Significa realizarse a uno mismo. Kim Ki-duk lo logra con una maestría salvaje y desgarradora. 

Arirang forma parte de estas obras inolvidables, dispositivo que dialogan con la estética más cruenta de la actualidad, donde la pérdida de la fe y la elección de no ocultar el sujeto en crisis hacen que ya no pueda hablar de otra cosa que de la propia materialidad del arte. 
 




Ficha Artística / Técnica:

Título original: Arirang
Año: 2011
Origen: Corea del Sur
Director, Intérprete, Guión, Fotografía, Sonido, Edición, Producción: Kim Ki-duk
Género: Drama
Duración: 100 min.

Arirang se proyectó en el 26º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en la Sección: Panorama / Autores, los días 5, 6, 11  y 13 de noviembre de 2011.

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